Artilleros, Artilleros, marchemos siempre unidos siempre unidos de la Patria, de la Patria, de la Patria su nombre engrandecer, engrandecer. Y al oír, y al oír, y al oír del cañón el estampido, el estampido nos haga su sonido enardecer. España que nos mira siempre amante recuerda nuestra Historia Militar, Militar, que su nombre siempre suena más radiante a quien supo ponerla en un altar. Su recuerdo que conmueve con terneza, dice Patria, dice Gloria, dice Amor, y evocando su mágica grandeza, morir sabremos, por salvar su honor. Tremolemos muy alto el Estandarte, sus colores en la cumbre brillarán, y al pensar que con él está la muerte, nuestras almas con más ansia latirán. Como la madre que al niño le canta la canción de cuna que le dormirá, al arrullo de una oración santa en la tumba nuestra, flores crecerán. Marcharemos unidos, marcharemos dichosos seguros, contentos de nuestro valor, y cuando luchando a morir lleguemos, antes que rendidos, muertos con honor. Y alegres cantando el Himno glorioso de aquellos que ostentan noble cicatriz, terminemos siempre nuestro canto honroso con un viva Velarde y un viva Daoiz. Artilleros, Artilleros, marchemos siempre unidos siempre unidos de la Patria, de la Patria, de la Patria su nombre engrandecer, engrandecer. Y al oír, y al oír, y al oír del cañón el estampido, el estampido nos haga su sonido enardecer. Orgullosos al pensar en las hazañas realizadas con honor por nuestra grey, gritemos con el alma un viva España y sienta el corazón un ¡viva el Rey!

lunes, 12 de mayo de 2008

Biografia del Capitan D. Luis Daoiz y Torres II

Segunda parte



D. Enrique de la Vega Viguera

Coronel de Artillería

(Por cortesia de Joaquin Serrano)


Tras señalar las pruebas que se le deberían ha­cer a los cañones, terminaba con un párrafo que es todo un tratado de moral militar. Decía así: «Espero de la consideración de vuestras señorías, que hechos cargos de que mi intención no es hacer manifesta­ción de talento, ni de experiencia, sino de mi amor al real servicio, y de que sujeto en un todo mi pensa­miento a las advertencias, reflexiones y experien­cias que vuestras señorías hayan por conveniente hacerme, se servirán honrarme con la asistencia de sus luces y conocimientos, observando las pruebas de alcances y resistencias que haré con estas piezas, y que en el informe que den de sus ventajas o defec­tos, manifestarán a la superioridad mi deseo de ser útil al real servicio, y de estimular a mis compañeros a que perfeccionen una idea que sólo presento en bosquejo para que sus talentos, tengan la ocasión de aumentar el crédito que tan de justicia se tiene adquirido el real cuerpo de artillería español».

Efectuadas todas las pruebas, la comisión for­muló su informe, que tras amplio desarrollo termi­naba con estas palabras: «Son tales y tan grandes las ventajas del cañón maniobrero de Maturana, respec­to al obús de ordenanza, que nos persuadimos, son los cañones maniobreros preferibles a todas las de­más piezas conocidas para el uso de la artillería a caballo». Este informe estaba firmado en Sevilla con fecha 15 de agosto de 1804.
En cuanto a carácter, era Daoiz reflexivo y enérgico, expresivo y amable, afable sin llegar a jo­vial y por natural reservado. Aunque discreto en sus relaciones, le gustaba alternar en sociedad siempre que se cuidasen las formas y la buena educación. Cultivaba el vestir a la moda y tenía buen gusto para hacerlo.

De sus hermanos sólo se conocen datos de Ro­sario, que contrajo matrimonio con Andrés Villalón Auñón, siendo ella favorecida con los títulos de pri­mera condesa de Daoiz y Vizcondesa del Parque. Los otros, Francisco y Josefa debieron fallecer jóve­nes o permanecer solteros.
En cuanto al aspecto físico, Daoiz era de pe­queña estatura, de tez morena, cabello castaño, ojos grandes y expresivos y rostro agradable y sim­pático.
En los primeros meses de 1808 pasó Daoiz destinado a Madrid encomendándosele el detall del parque de artillería y el cuidado de la tropa al servi­cio del mismo.
Fue entonces cuando tuvo ocasión de compro­bar el abuso de los franceses, sus intrigas y las bo­chornosas complacencias de nuestros gobernantes.
Su alma generosa y su carácter reflexivo le ha­cían comprender cómo España perdía su indepen­dencia.

La personalidad de Daoiz nos la señala, con gran visión política, don Antonio Cánovas del Cas­tillo, cuando dijo: «El que cree tener una intuición, una voz secreta que le dice que la conciencia de su país, que la justicia, que la razón, el derecho, están con él, que la patria exige que se levante en armas y abandone otros deberes, ese hace como Daoiz: va derecho a la muerte y ni siquiera se le ocurre salvarse de ella por modo alguno».

El carácter respetuoso de Daoiz le granjeó siempre el cariño de sus superiores, entre los cuales merecen ser destacados don Federico Gravina, que vio actuar a Daoiz por primera vez en acciones béli­cas en Africa; don Antonio de Escaño, bajo cuyas órdenes sirvió en los combates realizados en Cádiz contra los ingleses, y don Dionisio Alcalá Galiano, con quien realizó dos viajes a América, sirviendo en la artillería a bordo de su navío.
Precisamente el historiador Novella, en sus «Memorias», al referirse a los servicios de Daoiz en Orán, por el año 1791, dice: «Gravina y todo el cuerpo de marina le tomó mucho afecto por su capa­cidad e inteligencia». Actitud que fue corroborada por el brigadier Aznar, que era coronel de artillería y comandante militar de la plaza de Orán, que al certi­ficar sobre la conducta de Luis Daoiz como teniente de infantería y subteniente del Real Cuerpo de Artillería, demostró celo y valor en su lucha contra los moros. Finalmente, el propio Aznar informaría so­bre Daoiz desde Orán, el 26 de agosto de 1791, di­ciendo: «le destiné al ramo de minas, en cuyo traba­jo y en otros que se le dieron, los desempeñó tan bien, que a mi voto y al de muchos, se hizo por todo lo dicho muy acreedor a su grado de teniente de arti­llería, con lo que honró S.M., en la promoción que se sirvió hacer por la buena defensa que hizo su ejército en esta plaza y sus castillos, contra el sitio y poder de los moros».

Pero la labor de Daoiz también alcanzó el éxito en la Armada. Sería el contralmirante don Antonio de Escaño quien desde el navío Concepción ordena­ba a Daoiz se hiciera cargo de la tartana cañonera nº 5, con hornillo de bala roja, que se encontraba en el muelle de Cádiz.
La revista «La Marina», en su número 29, acla­ra: «El día 10 por la mañana del año 1791, intenta­ron otro ataque (los ingleses), más no pudieron rea­lizarlo; las medidas nuevas de defensa que se habían tomado desquiciaron sus designios. Don José de Mazarredo, comandante general de la escuadra; el teniente general don Federico Gravina; el jefe de escuadra don Juan M. Villavicencio; el brigadier ma­yor general don Antonio de Escaño; el capitán de navío don Cayetano Valdés; el de fragata don Anto­nio Millares; el teniente de navío don Miguel Trigo-yac y otros, adquirieron aquellos días nuevos títulos, al reconocimiento de la patria. Así como los capita­nes de artillería don Ignacio Vázquez, don Francis­co Ceballos, los tenientes don Ignacio Cabalery, don Rafael Balbuena, don Manuel Varea y don Luis Daoiz, que iban en las tartanas de hornillo de bala roja».

El afecto y atracción que infundía Daoiz entre sus compañeros lo recoge la opinión de Novella, que le acompañó en diferentes acciones de guerra y vivió con él las inclemencias de las prisiones france­sas, y lo calificaba como «el más grato de sus ami­gos y compañeros».
Sin duda, Daoiz pertenecía a la clase de hom­bres que poseen persuasión instintiva y que no nece­sitan razonar para ser considerados superiores a los demás. Y en cuanto a sus reacciones humanas, basta leer la carta dirigida a su hermana Josefa para com­prender sus cualidades, sin importarle atender los caprichos de la joven. Le decía: «Querida hermana mía: Te remito los moldes del definitivo monillo se­gún el último rigor de la moda; me parece que para tu claro entendimiento basta con la mitad del monillo para que infieras lo que le falta. Se debe guarne­cer por donde va la raya negra con una blonda de dos dedos de ancho; te advierto que por donde va pegado con oblea son las costuras, y sabete que el peto es separado y puede ser de otro género y color que el monillo, pues así lo traen muchas; en la cos­tura de en medio de atrás, se debe poner una ballena. En la cabeza se estila dos monos en dos peinetas; el que se pone delante, casi sobre el tupe, debe ser de seis varas de colonia, y el de detrás debe ser hecho de una banda de gasa, para lo que se parte una vara de gasa por medio, a lo largo, de suerte, que pegadas las dos mitades, quedan dos varas, las que se aco­modan como mejor se puede y con el mejor aire que se le puede dar, pero sin que cuelguen las puntas ni otra cosa que se le parezca. Quedo impuesto en lo demás de tu carta; hoy voy al Puerto a que Gerardo me suministre para tu saya».
«A mamá muchísimos cariños reverentes y a mi Pepilla abrazos y a Frasquillo; y adiós, y manda a tu hermano que te quiere, petimetra. Luis».

Como postdata y de distinta letra, dos renglo­nes que dicen: «Ya Luis es teniente en propiedad».
En 1791, a la edad de 21 años, siendo subte­niente de artillería, alcanzó Daoiz el grado de te­niente de infantería por los méritos contraídos en la defensa de Orán. No es de extrañar el hecho de po­seer dos empleos diferentes en aquella época. El motivo era que existía la llamada Escala General del Ejército, donde se hallaban incluidos todos los jefes y oficiales sin distinción de armas y a los pertene­cientes a armas específicas, como artillería e inge­nieros, se les mantenía el empleo que le correspon­día dentro de su escala.

En el aspecto técnico, aunque ya hemos indi­cado sus conocimientos, merece la pena recordar lo bien que supo aprovechar las observaciones so­bre balística, obtenidas en el terreno práctico de la guerra. A pesar de ello sólo escribió un breve estu­dio táctico, titulado «Método que debe usarse para la enseñanza de la tropa y marinería en los ejerci­cios del cañón y abordaje». Este trabajo que reco­gió don Manuel Almira a la muerte de Daoiz, lo entregó en la Dirección general de artillería el año 1813.

A su vuelta a España, el capitán Daoiz, tras ac­tuar en la segunda guerra de Portugal, fue destinado al mando de la tropa de artillería destacada en Fon­tainebleu, nombrándosele también jefe del detall de la plaza.

El comandante de artillería don Juan Arzadun Zabala, en un interesante folleto publicado en Ma­drid en 1908, dice textualmente el referirse a Daoiz:
«Concertado estaba su enlace con una noble señori­ta de Utrera, que muerto el héroe se consagró al se­ñor, siendo investida de monja por el cardenal arzo­bispo de Sevilla, don José Romo, que no ocultaba, y lo comentaba con orgullo, haberse batido en el parque de Monteleón».


NOTA ACLARATORIA

El Tercer regimiento al que fue destinado Daoiz, se creó por la Real Ordenanza de Artillería de 2 de julio de 1802 sobre la base del 3.” bata­llón de Artillería, uno de los tres de que constaba el Regimiento de Real Artillería de España que estuvo en el Puerto de Sta. María.
La Plana Mayor del Tercer regimiento estaba ubicada en Sevilla y la 2ª compañía estaba destacada en Madrid atendiendo el Parque de Arti­llería. Cuando Daoiz regresa a España del viaje naval se incorpora al 3er regimiento en Sevilla, pero a los pocos años de estancia, siente la in­quietud de conocer Madrid y relacionarse con sus parientes de la Corte, lo que le induce a solicitar su traslado a la capital y hacerse cargo del mando de la 2ª Compañía y por lo tanto del Detall y Tropas del Parque de Artillería ubicado en Monteleón.

1 comentario:

Unknown dijo...

Como siempre suele decir este Gobierno..... Nuestros soldados no estan en una zona de guerra....

Tendrian que pasar ellos una semana allí junto a ellos, con el material que tienen....